Memoria e identidad (y 2)

Entendiendo por conciencia el acto psíquico por el cual el individuo se percibe a sí mismo en el mundo y al mundo. De igual manera, memoria es la facultad física por la que se conoce el pasado y se recuerda. Teniendo en cuenta estos dos significados, podemos empezar a plantearnos la relación que hay entre ellos. Van ligados y caminan de la mano en nuestras personas.
La memoria es el conjunto que formara nuestra identidad, siendo hechos pasados y circunstancias vividas, lo que nos haga evolucionar y adoptar cierto tipo de hábitos y costumbres que sean característicos y nos diferencien del resto de personas. Cuando se pierde la memoria, se pierde la identidad. Se pierde todo lo que hubiéramos podido llegar a ser. La identidad es algo que paulatinamente, día a día, hemos ido formando siempre somos. No somos únicamente un día. Poco a poco, somos siempre nosotros. Si un día borramos todos los vestigios existentes de nuestra construcción, al día siguiente no podremos seguir y no sabremos qué hacer con ese solar vacío, a quién pertenece y por qué estamos en ese lugar.
Esta relación es constatable con las enfermedades que afectan al cerebro, provocando la pérdida de memoria (ej.: Alzheimer). Progresivamente se pierde la memoria, progresivamente se pierde la identidad, hasta que llegamos a un punto tal, que no somos conscientes de quién propiamente somos. Podemos percibir el mundo y tener conciencia de su existencia, pero no podemos coordinarlo con la nuestra, porque no tenemos conciencia de lo que somos.
Todo esto se puede ver muy bien en las películas, ya que ha servido como argumento base de la trama. El sujeto X pierde la memoria y pierde su identidad. Está desprotegido frente al mundo y se convierte en alguien vulnerable.

Perder la memoria, es en conclusión perder la identidad, perderte. Perder aquello que día a día has experimentado, en un pozo demasiado oscuro como para reconocerlo. Quedarte aislado, en un mundo que no te pertenece, que no te va a dejar huella. Quedas en la memoria de otros, pero para ti mismo eres un interrogante y un gran punto negro en tu historia.
Cristina Amorós (2º de Bachillerato)
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